Buscar en este blog
martes, 22 de julio de 2014
El Papa y la Formación Profesional
Karol Wojtyla nació en el seno de una familia poco acomodada. Su padre era obrero y su madre, ama de casa, al cuidado de siete hijos. Antes de Papa, Juan Pablo II conoció en sus carnes la dureza del cansancio físico trabajando también de obrero. En su concepción del trabajo y del empleo, ha enfatizado mucho en el hombre y en su capacidad de conocimiento como factor decisivo en el funcionamiento de las sociedades. Ha abogado por políticas sociales y educativas que no incrementasen las desigualdades en la distribución de las riquezas. En este sentido, ha sostenido en ocasiones que estas diferencias están determinadas muchas veces por el acceso de los países, grupos sociales e individuos a las Nuevas Tecnologías.
Confirió al Estado la responsabilidad de proporcionar los instrumentos políticos necesarios para la formación, la igualdad de oportunidades, de salarios justos y de jornadas compatibles con la vida familiar, a la que consideraba pilar imprescindible sobre el cual se asientan todas las sociedades.
Juan Pablo II
La educación no es un tema desconocido para la Iglesia católica.
Muy lejos de lo que puede pensarse, y así se hace desde sectores alejados de la moral y doctrina católicas, resulta de todo punto fundamental que la materia propia de tal actividad no quede alejada, mucho, de la moral y doctrina.
¿Qué es, exactamente, la educación?
Así la definía el Papa polaco en un Discurso en la UNESCO, en 1980: “La educación consiste en que el hombre llegue a ser cada vez más hombre, que pueda ser más y no sólo que pueda tener más, y que, en consecuencia, a través de todo lo que tiene, todo lo que posee, sepa ser más plenamente hombre”
Y, para que la educación se lleve a cabo de forma adecuada, no podemos olvidar el papel, fundamental, que juegan los padres. Por eso, en la Carta a las familias (de 1994) , dejó escrito que “Los padres son los primeros y principales educadores de sus propios hijos, y en este campo tienen incluso una competencia fundamental: son educadores por ser padres. Comparten su misión educativa con otras personas e instituciones, como la Iglesia y el Estado. Sin embargo, esto debe hacerse siempre aplicando correctamente el principio de subsidiariedad”.
Y aplicando tal principio, el de subsidiariedad, al Estado no le está permitido adoctrinar a los hijos imponiendo ideas y creencias propias del primero por sobre la de los padres.
Y es que, al fin y al cabo, “La tarea educativa tiene sus raíces en la vocación primordial de los esposos a participar en la obra creadora de Dios; ellos, engendrando en el amor y por amor una nueva persona, que tiene en sí la vocación al crecimiento y al desarrollo, asumen por eso mismo la obligación de ayudarla eficazmente a vivir una vida plenamente humana” (Exhortación apostólica “Familaris consortio” (FC), de 1981) (36)Por eso en la Exhortación citada dice, también, que “Debe asegurarse absolutamente el derecho de los padres a la elección de una educación conforme con su fe religiosa” (FC 40) porque no se debe olvidar tan importante principio.
Pero tal principio no quiere decir que el Estado nada tenga que hacer en materia de educación y que la Iglesia tenga que permanecer pasiva ante tal situación. Al contrario, “El Estado y la Iglesia tienen la obligación de dar a las familias todas las ayudas posibles, a fin de que puedan ejercer adecuadamente sus funciones educativas. Por esto tanto la Iglesia como el Estado deben crear y promover las instituciones y actividades que las familias piden justamente, y la ayuda deberá ser proporcionada a las insuficiencias de las familias. Por tanto, todos aquellos que en la sociedad dirigen las escuelas, no deben olvidar nunca que los padres han sido constituidos por Dios mismo como los primeros y principales educadores de los hijos, y que su derecho es del todo inalienable” (FC 40)
Y, para la Iglesia, lanza lo que bien podríamos llamar “aviso a navegantes” despistados, cuando dice, en la Exhortación apostólica “Catechesi tradendae”, de 1979, que “la escuela católica: ¿Seguiría mereciendo este nombre si, aun brillando por su alto nivel de enseñanza en las materias profanas, hubiera motivo justificado para reprocharle su negligencia o desviación en la educación propiamente religiosa? ¡Y no se diga que ésta se dará siempre implícitamente o de manera indirecta! El carácter propio y la razón profunda de la escuela católica, el motivo por el cual deberían preferirla los padres católicos, es precisamente la calidad de la enseñanza religiosa integrada en la educación de los alumnos”
¿Qué hacer cuando, a pesar de todo, se trata de influir, de tal manera, en la moral infantil, que bien podría decirse que trata de ser cambiada?
“Si en las escuelas se enseñan ideologías contrarias a la fe cristiana, la familia junto con otras familias, si es posible mediante formas de asociación familiar, debe con todas las fuerzas y con sabiduría ayudar a los jóvenes a no alejarse de la fe. En este caso la familia tiene necesidad de ayudas especiales por parte de los pastores de almas, los cuales no deben olvidar que los padres tienen el derecho inviolable de confiar sus hijos a la comunidad eclesial” (FC 40)
Y esto no debería olvidarse porque Juan Pablo II
sabía, a la perfección, lo que significa no tener en cuenta tal realidad.
Juan Pablo II se caracterizó por la integración de los laicos en las tareas pastorales, la promoción del apostolado juvenil y vocacional y la construcción de templos, pero sobre todo, por la Educación, la promoción humana y formación religiosa de pobres y ricos. Juan Pablo II, el “Magno”, el Papa amigo del pueblo, fue infatigable en su aportación a la Educación y, sobre todo, fijó metas para los educadores cristianos. MAGISTERIO recoge una pequeña parte de su gran aportación al mundo de la enseñanza.
Educar a los jóvenes
¿Quiénes son los jóvenes, qué desean, hacia dónde van, qué es lo que necesitan? Entonces como hoy son preguntas difíciles, pero ineludibles, que todo educador debe afrontar.
El Papa ha urgido al mundo a llevar a cabo una constante Educación en la legalidad, es cada vez más necesario construir juntos vías de paz, es imprescindible educar para la paz. Es necesario un nuevo orden internacional para abordar los problemas de desequilibrio entre países.
Las futuras generaciones deben ser educadas en la “auténtica paz”. Es un tema más actual que nunca en estos meses en los que estamos preocupados por las situaciones bélicas en todos los continentes.
Fe y Educación
¿La enseñanza puede ser de verdad camino para el hombre? Y viceversa, ¿es el hombre de verdad el camino de la enseñanza? La respuesta es afirmativa sin duda alguna, si la función educativa es connatural a la enseñanza, está claro que no puede existir sino para el hombre. “Una escuela para el hombre” significa tocar en lo vivo una problemática de importancia radical que afecta a la misma razón de ser de la enseñanza y su destino intrínseco de ser estructura de servicio.
El papel del educador
El Amor se traduce por la dedicación primordial del Educador como persona totalmente entregada al bien de los educandos, estando con ellos, dispuestos a afrontar sacrificios y fatigas por cumplir su misión en su formación como personas íntegras.
Ello requiere estar verdaderamente a disposición de los jóvenes, profunda concordancia de sentimientos y capacidad de diálogo. Las metas del Educador Cristiano.
Educación católica
A veces, por desgracia, cuando se habla de escuela católica se la considera sólo en rivalidad y hasta oposición con otras escuela, en particular con las de titularidad del Estado.
Pero no es así. La escuela católica se ha propuesto siempre y se propone hoy formar también ciudadanos ejemplares.
La Educación en la Iglesia Católica, discurso a un colegio católico.
Carta del Papa a los niños
(…) “¡Queridos amigos! En lo sucedido al Niño de Belén podéis reconocer la suerte de los niños de todo el mundo. Si es cierto que un niño es la alegría no sólo de sus padres, sino también de la Iglesia y de toda la sociedad, es cierto igualmente que en nuestros días muchos niños, por desgracia, sufren o son amenazados en varias partes del mundo: padecen hambre y miseria, mueren a causa de las enfermedades y de la desnutrición, perecen víctimas de la guerra, son abandonados por sus padres y condenados a vivir sin hogar, privados del calor de una familia propia, soportan muchas formas de violencia y de abuso por parte de los adultos. ¿Cómo es posible permanecer indiferente ante el sufrimiento de tantos niños, sobre todo cuando es causado de algún modo por los adultos?” (…)
“Queridos chicos y chicas, coetáneos del Jesús de 12 años, ¿no vienen a vuestra mente, en este momento, las clases de Religión que se dan en la parroquia y en la escuela, clases a las que estáis invitados a participar? Quisiera, pues, haceros algunas preguntas: ¿cuál es vuestra actitud ante las clases de Religión? ¿Os sentís comprometidos como Jesús en el Templo cuando tenía 12 años? ¿Asistís a ellas con frecuencia en la escuela o en la parroquia? ¿Os ayudan en esto vuestros padres?” (…)
13 de diciembre de 1994
En cuanto a la asignatura de Religión como parte de la Educación, Juan Pablo II considera que los padres deben defender sus derechos: “La Educación integral de los jóvenes no puede prescindir de la enseñanza religiosa en la escuela, cuando lo pidan los padres, con una valoración académica acorde con su importancia. Los poderes públicos tienen el deber de garantizar este derecho a los padres”.
Educación y deporte
La Iglesia considera al deporte como un instrumento al servicio de la Educación de todas las personas cuando se transforma en promotor de los ideales humanos y espirituales más elevados y cuando ayuda a los jóvenes a tener en cuenta valores tales como la lealtad, la perseverancia, la amistad, la solidaridad y la paz. El deporte, al superar las diversidades culturales e ideológicas de todo tipo, es una oportunidad privilegiada de diálogo y de comprensión entre los pueblos para la construcción de la civilización del amor.
www.magisnet.com
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario