La Inteligencia de la Complejidad (1999)
En la antigüedad el pensamiento chino se funda sobre la relación dialógica entre el ying y el yang. Lao Tse afirmaba que la unión de los contrarios caracteriza la realidad. [ 1999a: 257].
En Occidente, Heráclito planteó la necesidad de asociar conjuntos de términos contradictorios para afirmar una verdad [1999a].
En su análisis de la Edad Moderna, Morin sitúa a Pascal como el pensador clave de la complejidad, a Kant en cuanto que pone en evidencia los límites de las “aporías de la razón” [ 1999a].
El desafío mayor del pensamiento contemporáneo, según Morin, es pensar la complejidad. En la época contemporánea se produce la confluencia de dos revoluciones científicas, la primera introduce la incertidumbre con la termodinámica, la física cuántica y la cosmofísica. La segunda revolución científica es la sistémica en las ciencias de la tierra y la ciencia ecológica [ 1999a: 258].
Cabe advertir al lector que Edgar Morin incurre en frecuentes neologismos, debido en primer lugar a que sus reflexiones sobre la complejidad surgen vinculadas con la Teoría de la Información, la Cibernética y la Teoría de Sistemas. En segundo lugar porque, a través de esa aparentemente extraña terminología, expresa un modo no simplificador de encarar la complejidad, la cual «sufre una pesada tara semántica, porque lleva en su seno confusión, incertidumbre, desorden» [ 1999a: 21].
Morin retoma una vieja distinción de la sociología alemana entre comunidad y sociedad según la cual nuestras sociedades existen en los dos niveles: son sociedad en cuanto constituyen un tejido de intereses económicos y de procesos técnicos que oponen y asocian a sus miembros, pero también son comunidad pues poseen un elemento mitológico que los mantiene unidos [Morin 1984a].
Como primera aproximación Morin define la sociedad
como un conjunto de interacciones económicas, psíquicas, culturales,
formando un sistema que implica aparatos de comando/control por parte
del jefe de Estado retro-actuando sobre las interacciones de las cuales
depende su existencia. De este modo, la existencia del Estado depende de
ciudadanos cuya existencia depende a su vez de él. Todo ello constituye
un sistema. Morin aporta un punto de vista original desde su paradigma
de la complejidad, pues entender dicho sistema de un modo “tradicional”,
como conjunto funcional en el seno del cual las partes se complementan
armoniosamente para las finalidades del todo, sería una versión
empobrecida. Una versión rica implica no sólo complementariedades, sino
también antagonismos. De allí que distingue tres etapas en la
aprehensión de la idea de sociedad:
1- Una etapa pre-sociológica, donde se habla sobre cosas de la sociedad sin que emerja todavía el término;
2- Una etapa sociológica donde hay una hipóstasis del
término, convertido en abstracto, aislado de sus dimensiones históricas,
antropológicas y mitológicas;
3- Una etapa antropo-sociológica que no niega la idea de sociedad, sino que la enriquece.
No hay ninguna garantía contra la fragilidad de la complejidad: sólo la
que proporciona la auto-regeneración permanente de la complejidad misma.
Por ello afirma Morin que «si queremos ser libres, debemos correr los
riesgos de la libertad. Las sociedades opresoras son aquellas que no
quieren correr ningún riesgo» [Morin 1984a: 71].
Este esquema multipolar permite comprender que toda unidad de comportamiento humano es al mismo tiempo genética-cerebral-socio-cultural-ecosistémica,
lo cual significa que el fundamento de la ciencia del hombre es
policéntrico, el hombre no tiene una esencia particular estrictamente
genética o cultural, no es una superposición cuasi-geológica del estrato
cultural sobre el estrato biológico. Su naturaleza hay que buscarla en
la interrelación, la interacción y la interferencia que comporta dicho
policentrismo [Morin 1973: 231].

La noción de inteligencia
Morin distingue entre inteligencia, pensamiento y
conciencia, que concibe como emergencias provistas de miríadas de
inter-retroacciones computantes-cogitantes (dotadas de una relativa
autonomía) que constituyen las actividades cerebrales sobre las cuales
retroactúan en bucle [Morin 1986:
177]. Sin embargo, inteligencia, pensamiento y conciencia son
interdependientes: cada una supone la otra, de allí que Morin las defina
teniendo en cuenta las referencias mutuas: define la inteligencia como
arte estratégico, el pensamiento como arte dialógico y la conciencia
como arte reflexivo [ 1986: 178]
La inteligencia está presente no sólo en el ser humano, sino también en
los animales e incluso en los vegetales, pues éstos, aunque no poseen
cerebro o sistema nervioso, disponen de estrategias para resolver
problemas vitales. De allí que concibe la inteligencia como una cualidad
anterior y exterior al pensamiento humano y la define como la «aptitud
de pensar, tratar, resolver los problemas en las situaciones de
complejidad» [1986: 177], es decir, frente a situaciones de multiplicidad de información, de inter-retroacciones, variaciones, incertidumbres y riesgos.
Morin retoma la distinción aristotélica de praxis, techne y theoria, para designar la multiplicidad de ámbitos a los que lleva una actividad propiamente inteligente. La praxis implica actividad transformadora y productora; la techne actividad productora de artefactos y la theoria el conocimiento contemplativo o especulativo [Morin 2002].
La inteligencia es una aptitud estratégica general que de ese modo se
especializa o circunscribe según el ámbito predominante.
Según Morin, cuando la inteligencia es ejercitada en los casos más
individualizados, complejos e innovadores se convierte en arte, el cual,
por definición excluye normas o recetas, es capaz de combinar numerosas
cualidades, algunas de ellas antinómicas. Son cualidades que deberían ejercitarse en toda situación de
enseñanza-aprendizaje pero que en realidad son ignoradas u
obstaculizadas por un sistema de enseñanza que continúa adherido a un
paradigma simplificador, no complejo.[ 1986: 179].
Dichas cualidades o capacidades son:
1- El auto-hetero-didactismo rápido, es decir, la
capacidad de aprender por sí mismo utilizando la enseñanza de una
competencia exterior. Esta cualidad facilita el camino al desarrollo de
la creatividad, la cual adquiere hoy una singular importancia, pues
permite la construcción de nuevos modos de entender el conocimiento y la
enseñanza.
2- Aptitud de jerarquizar lo importante y lo
secundario, de seleccionar lo significativo y eliminar lo no pertinente o
inútil. La adquisición de esta cualidad resulta cada vez más difícil,
debido al predominio excesivo de la inmediatez y a la velocidad con la
que se consumen las noticias en un mundo, donde la información ha
revolucionado todas las esferas vitales. Los aprendientes se ven
absorbidos por una vorágine de datos sin espacio suficiente para el
discernimiento de lo significativo para su aprendizaje.
3- El análisis circular de utilización de los medios
en vistas de un fin, de la conveniencia de los medios para alcanzarlo,
es decir, la aptitud de concebir la retroacción en el bucle
medios-fines. Por la velocidad en la que transcurren el conocimiento y
la información, esta cualidad queda afectada cuando se confunden
aquellos elementos que facilitarían el aprendizaje y en lugar de ello se
lo obstaculiza. Sucede cuando, por ejemplo, se desconocen las
competencias y conocimientos previos de los aprendientes, se los
considera meros recipientes que hay que llenar con información hecha. En
este caso no hay retroacción, los elementos del bucle recursivo pasan
desapercibidos.
4- Combinar la simplificación de un problema y su
respectiva complejidad, teniendo en cuenta diversidad, interferencias,
incertidumbres. Es quizás la cualidad menos ejercitada en los centros de
enseñanza pues generalmente predomina la simplificación fragmentada, se
busca eliminar las interferencias y evitar las incertidumbres.
5- Reconsiderar su percepción y su concepción de la
situación. Allí es cuando se daría un real aprendizaje, consiste en
repensar sus saberes previos a la luz de los nuevos acontecimientos.
Esto supone un ejercicio constante de pensamiento crítico y de
autocrítica.
6- Utilizar el azar para hacer descubrimientos y la
aptitud de demostrar perspicacia frente a las situaciones inesperadas.
Supone espíritus inquisitivos, inconformes, abiertos al conocimiento.
7- Reconstruir una configuración global, un
acontecimiento o un fenómeno a partir de indicios fragmentarios. Es
decir, ejercitar la capacidad de análisis y síntesis, pero en lugar de
eso se estimula la repetición fragmentaria de la realidad.
8- Sopesar el futuro considerando las posibilidades y
elaborar escenarios eventuales teniendo en cuenta las incertidumbres que
surgen de lo imprevisible. Esta cualidad invita a estimular la
imaginación, elemento importante a su vez para forjar ideales. Sin
embargo, la enseñanza busca la inmediatez: no se estimulan las utopías
en una época en la que prevalece el desencanto y el desmoronamiento de
los ideales junto con las certezas.
9- Enriquecer, desarrollar, modificar la estrategia en
función de las informaciones recibidas y de la experiencia adquirida.
Reconocer lo nuevo sin reducirlo a esquemas conocidos.
10- Afrontar situaciones nuevas así como de innovar.
Si las cualidades mencionadas hasta aquí no fueron suficientemente
ejercitadas, difícilmente se logrará innovar. No todo cambio es una
innovación, en ella se pone en juego lo nuevo, lo creativo y lo azaroso.
11- Utilizar inteligentemente recursos no inteligentes, tales como la información, la memoria, la experiencia y la imaginación.
De estas cualidades se desprende la necesidad de
considerar el desarrollo de un pensamiento creativo y la naturaleza
compleja de la inteligencia, la cual es una y plural, abierta,
polimorfa, constructiva y destructiva, combinatoria y eventualmente
rotativa.
Autor: Miriam Dolly Arancibia
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