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domingo, 1 de junio de 2014





La Inteligencia de la Complejidad (1999)

  En la antigüedad el pensamiento chino se funda sobre la relación dialógica entre el ying y el yang. Lao Tse afirmaba que la unión de los contrarios caracteriza la realidad. [ 1999a: 257].
 En Occidente, Heráclito planteó la necesidad de asociar conjuntos de términos contradictorios para afirmar una verdad [1999a].
 En su análisis de la Edad Moderna, Morin sitúa a Pascal como el pensador clave de la complejidad, a Kant en cuanto que pone en evidencia los límites de las “aporías de la razón” [ 1999a].
 El desafío mayor del pensamiento contemporáneo, según Morin, es pensar la complejidad. En la época contemporánea se produce la confluencia de dos revoluciones científicas, la primera introduce la incertidumbre con la termodinámica, la física cuántica y la cosmofísica. La segunda revolución científica es la sistémica en las ciencias de la tierra y la ciencia ecológica [ 1999a: 258].
 Cabe advertir al lector que Edgar Morin incurre en frecuentes neologismos, debido en primer lugar a que sus reflexiones sobre la complejidad surgen vinculadas con la Teoría de la Información, la Cibernética y la Teoría de Sistemas. En segundo lugar porque, a través de esa aparentemente extraña terminología, expresa un modo no simplificador de encarar la complejidad, la cual «sufre una pesada tara semántica, porque lleva en su seno confusión, incertidumbre, desorden» [ 1999a: 21].
  Morin retoma una vieja distinción de la sociología alemana entre comunidad y sociedad según la cual nuestras sociedades existen en los dos niveles: son sociedad en cuanto constituyen un tejido de intereses económicos y de procesos técnicos que oponen y asocian a sus miembros, pero también son comunidad pues poseen un elemento mitológico que los mantiene unidos [Morin 1984a].
Como primera aproximación Morin define la sociedad como un conjunto de interacciones económicas, psíquicas, culturales, formando un sistema que implica aparatos de comando/control por parte del jefe de Estado retro-actuando sobre las interacciones de las cuales depende su existencia. De este modo, la existencia del Estado depende de ciudadanos cuya existencia depende a su vez de él. Todo ello constituye un sistema. Morin aporta un punto de vista original desde su paradigma de la complejidad, pues entender dicho sistema de un modo “tradicional”, como conjunto funcional en el seno del cual las partes se complementan armoniosamente para las finalidades del todo, sería una versión empobrecida. Una versión rica implica no sólo complementariedades, sino también antagonismos. De allí que distingue tres etapas en la aprehensión de la idea de sociedad:

1-  Una etapa pre-sociológica, donde se habla sobre cosas de la sociedad sin que emerja todavía el término;
2-  Una etapa sociológica donde hay una hipóstasis del término, convertido en abstracto, aislado de sus dimensiones históricas, antropológicas y mitológicas;
3-  Una etapa antropo-sociológica que no niega la idea de sociedad, sino que la enriquece.

No hay ninguna garantía contra la fragilidad de la complejidad: sólo la que proporciona la auto-regeneración permanente de la complejidad misma. Por ello afirma Morin que «si queremos ser libres, debemos correr los riesgos de la libertad. Las sociedades opresoras son aquellas que no quieren correr ningún riesgo» [Morin 1984a: 71].
Este esquema multipolar permite comprender que toda unidad de comportamiento humano es al mismo tiempo genética-cerebral-socio-cultural-ecosistémica, lo cual significa que el fundamento de la ciencia del hombre es policéntrico, el hombre no tiene una esencia particular estrictamente genética o cultural, no es una superposición cuasi-geológica del estrato cultural sobre el estrato biológico. Su naturaleza hay que buscarla en la interrelación, la interacción y la interferencia que comporta dicho policentrismo [Morin 1973: 231].
 



La noción de inteligencia

Morin distingue entre inteligencia, pensamiento y conciencia, que concibe como emergencias provistas de miríadas de inter-retroacciones computantes-cogitantes (dotadas de una relativa autonomía) que constituyen las actividades cerebrales sobre las cuales retroactúan en bucle [Morin 1986: 177]. Sin embargo, inteligencia, pensamiento y conciencia son interdependientes: cada una supone la otra, de allí que Morin las defina teniendo en cuenta las referencias mutuas: define la inteligencia como arte estratégico, el pensamiento como arte dialógico y la conciencia como arte reflexivo [ 1986: 178]
La inteligencia está presente no sólo en el ser humano, sino también en los animales e incluso en los vegetales, pues éstos, aunque no poseen cerebro o sistema nervioso, disponen de estrategias para resolver problemas vitales. De allí que concibe la inteligencia como una cualidad anterior y exterior al pensamiento humano y la define como la «aptitud de pensar, tratar, resolver los problemas en las situaciones de complejidad» [1986: 177], es decir, frente a situaciones de multiplicidad de información, de inter-retroacciones, variaciones, incertidumbres y riesgos.
 Morin retoma la distinción aristotélica de praxis, techne y theoria, para designar la multiplicidad de ámbitos a los que lleva una actividad propiamente inteligente. La praxis implica actividad transformadora y productora; la techne actividad productora de artefactos y la theoria el conocimiento contemplativo o especulativo [Morin 2002]. La inteligencia es una aptitud estratégica general que de ese modo se especializa o circunscribe según el ámbito predominante.
 Según Morin, cuando la inteligencia es ejercitada en los casos más individualizados, complejos e innovadores se convierte en arte, el cual, por definición excluye normas o recetas, es capaz de combinar numerosas cualidades, algunas de ellas antinómicas. Son cualidades que deberían ejercitarse en toda situación de enseñanza-aprendizaje pero que en realidad son ignoradas u obstaculizadas por un sistema de enseñanza que continúa adherido a un paradigma simplificador, no complejo.[ 1986: 179]. 

Dichas cualidades o capacidades son:

1- El auto-hetero-didactismo rápido, es decir, la capacidad de aprender por sí mismo utilizando la enseñanza de una competencia exterior. Esta cualidad facilita el camino al desarrollo de la creatividad, la cual adquiere hoy una singular importancia, pues permite la construcción de nuevos modos de entender el conocimiento y la enseñanza.
2- Aptitud de jerarquizar lo importante y lo secundario, de seleccionar lo significativo y eliminar lo no pertinente o inútil. La adquisición de esta cualidad resulta cada vez más difícil, debido al predominio excesivo de la inmediatez y a la velocidad con la que se consumen las noticias en un mundo, donde la información ha revolucionado todas las esferas vitales. Los aprendientes se ven absorbidos por una vorágine de datos sin espacio suficiente para el discernimiento de lo significativo para su aprendizaje.
3- El análisis circular de utilización de los medios en vistas de un fin, de la conveniencia de los medios para alcanzarlo, es decir, la aptitud de concebir la retroacción en el bucle medios-fines. Por la velocidad en la que transcurren el conocimiento y la información, esta cualidad queda afectada cuando se confunden aquellos elementos que facilitarían el aprendizaje y en lugar de ello se lo obstaculiza. Sucede cuando, por ejemplo, se desconocen las competencias y conocimientos previos de los aprendientes, se los considera meros recipientes que hay que llenar con información hecha. En este caso no hay retroacción, los elementos del bucle recursivo pasan desapercibidos.
4- Combinar la simplificación de un problema y su respectiva complejidad, teniendo en cuenta diversidad, interferencias, incertidumbres. Es quizás la cualidad menos ejercitada en los centros de enseñanza pues generalmente predomina la simplificación fragmentada, se busca eliminar las interferencias y evitar las incertidumbres.
5- Reconsiderar su percepción y su concepción de la situación. Allí es cuando se daría un real aprendizaje, consiste en repensar sus saberes previos a la luz de los nuevos acontecimientos. Esto supone un ejercicio constante de pensamiento crítico y de autocrítica.
6- Utilizar el azar para hacer descubrimientos y la aptitud de demostrar perspicacia frente a las situaciones inesperadas. Supone espíritus inquisitivos, inconformes, abiertos al conocimiento.
7- Reconstruir una configuración global, un acontecimiento o un fenómeno a partir de indicios fragmentarios. Es decir, ejercitar la capacidad de análisis y síntesis, pero en lugar de eso se estimula la repetición fragmentaria de la realidad.
8- Sopesar el futuro considerando las posibilidades y elaborar escenarios eventuales teniendo en cuenta las incertidumbres que surgen de lo imprevisible. Esta cualidad invita a estimular la imaginación, elemento importante a su vez para forjar ideales. Sin embargo, la enseñanza busca la inmediatez: no se estimulan las utopías en una época en la que prevalece el desencanto y el desmoronamiento de los ideales junto con las certezas.
9- Enriquecer, desarrollar, modificar la estrategia en función de las informaciones recibidas y de la experiencia adquirida. Reconocer lo nuevo sin reducirlo a esquemas conocidos.
10- Afrontar situaciones nuevas así como de innovar. Si las cualidades mencionadas hasta aquí no fueron suficientemente ejercitadas, difícilmente se logrará innovar. No todo cambio es una innovación, en ella se pone en juego lo nuevo, lo creativo y lo azaroso.
11- Utilizar inteligentemente recursos no inteligentes, tales como la información, la memoria, la experiencia y la imaginación.
De estas cualidades se desprende la necesidad de considerar el desarrollo de un pensamiento creativo y la naturaleza compleja de la inteligencia, la cual es una y plural, abierta, polimorfa, constructiva y destructiva, combinatoria y eventualmente rotativa.
 Autor: Miriam Dolly Arancibia

 

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